Si mis lágrimas fuesen
el
océano más inmenso,
el lago
más profundo
el río más desbocado,
me aferraría a la vida que tuvimos
Si mis lágrimas fuesen
el
océano más inmenso,
el lago
más profundo
el río más desbocado,
me aferraría a la vida que tuvimos
Te dejé marchar a pesar de mi dolor,
hacia un laberinto poblado de ausencia.
Te dejé marchar a pesar de mi desesperación,
hacia un lugar donde los recuerdos
se aferraron a la piel
y el esplendor de los afectos
tatuó en mi corazón,
la huella de todo lo vivido.
Miré a mi alrededor y sentí el vértigo de una soledad
que parecía querer invadirlo todo.
Me nacía una melancolía
que atravesaba todas las puertas,
dejando en su avance
un punto de abandono .
Lo vivido juntos parecía soñado,
envuelto
en la quietud de un malestar latente,
donde el crepitar de las
horas
se abría paso a golpes de suspiros,
a lagrimas de fuego,
a latidos de ausencia .
Tristeza de un corazón roto,
frío impávido de la
muerte que encabalga,
el instante perecedero de la vida
dejando en su despedida
la indeleble huella de lo que fuimos .