Los días en su desolación arañaban el yerto pedregal sin encontrar descanso. Arrastraban en su devenir el peso de todas las despedidas. Gemía la tierra y el silencio se enredaba entre los árboles, diluyendo la sombría realidad con el sentir de un trinar de pájaros, que ajenos a la tristeza, aún mantenían la calma de la supervivencia.
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