Miré a mi alrededor y sentí el vértigo de una soledad
que parecía querer invadirlo todo.
Me nacía una melancolía
que atravesaba todas las puertas,
dejando en su avance
un punto de abandono .
Lo vivido juntos parecía soñado,
envuelto
en la quietud de un malestar latente,
donde el crepitar de las
horas
se abría paso a golpes de suspiros,
a lagrimas de fuego,
a latidos de ausencia .
Tristeza de un corazón roto,
frío impávido de la
muerte que encabalga,
el instante perecedero de la vida
dejando en su despedida
la indeleble huella de lo que fuimos .
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